Después del baño o ducha diaria es ideal exfoliar la piel del cuerpo realizando unas friegas de sal gruesa mezclada con aceite de oliva o sésamo. La proporción es de un puñado de sal por dos de aceite. Con ello eliminarás las células muertas de la epidermis, condición indispensable para que la piel absorba en profundidad la crema hidratante posterior.
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